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Carta al amor de mi vida: 22 años no son suficientes

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  Caracas, 8 de febrero de 2013   Amor mío:   Recuerdo haberme preguntado: ¿qué es el amor?, imaginándolo como el humo… bailando sin dueño, existiendo y muriendo, dejando su olor en el aire aún habiéndose extinguido en él; tan efímero y sin forma, tan imposible de agarrar a pesar de sentir su roce entre las manos, apenas pudiendo ser reconocido cuando desde las entrañas susurra que todo puede ser posible. En ese entonces no comprendía que su concepto no tenía la menor relevancia: tú y yo nunca sabremos lo que es; aún así, siempre supimos que nuestras almas de una u otra forma estarán unidas hasta la eternidad… aún así, solo tú has sido capaz de llenarme más que cualquier otra cosa en este mundo y de hacerme inmensamente feliz. Alguna vez pensé que veintidós años era demasiado tiempo, que la rutina aburriría en algún momento o, simplemente, ya no habría más motivos para permanecer con la misma persona cada día. Pero ahora lo siento tan poco, tan miserable, me si...

¿De qué sirve la poesía en un mundo que olvida?

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  El último poema que escribí no logro recordarlo. La última historia que viví, quizás la he olvidado también... A veces me pregunto, ¿de qué sirve la poesía en un mundo en donde todo se olvida? Si yo misma olvido mi vida, ¿cuál es el punto de narrar palabras mudas? Pero es que a veces las letras tienen un poder desconocido y yo quisiera ser ese poder... El poder de llegar a algún corazón, conmoverlo de tal manera que no intervenga la razón; ser el fuego que derrita el frío de algún alma, la fiera brisa que rompe la calma, los ojos que traspasen los muros, la sonrisa que ilumine lo oscuro, la fuerza que levanta al caído y que tumbe al más decidido. No recuerdo cuántos poemas he escrito durante mi vida no podría siquiera recitar alguno de ellos, pero pienso seguir escribiendo para los que deseen seguir leyendo y para los que ni siquiera sabrán de su existencia, para aquellos que pensarán, con petulencia, ¿Qué pretende una donnadie al escribir? ¡Oh! Pero es que de todas las cosas lo ...

Revivir a los muertos: el dolor de un duelo que no quiero vivir

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Me pidieron que la reviva y la verdad es que me cuesta hacerlo; me parece que los muertos deben descansar en paz. Si los muertos debieran ser revividos, las personas no los enterrarían, no abrirían un hueco tan profundo y los meterían en una caja cerrada para evitar que salgan en caso de que decidan regresar. Además, ¿qué hay de ella? Dudo que ella quisiera regresar porque, si eso sucede, tendría que morir otra vez. Sí, es una perversión total: quieren que la reviva solo para matarla de nuevo. ¿Con qué fin? ¿Con qué finalidad debo traerla a la vida para sentir su muerte? A veces es mejor no sentir nada, quedarse navegando en lo profundo del abismo sin siquiera notarlo, sin siquiera inmutarse, sin sentir todo lo que implicar pasar por la vida. ¿Por qué debo vivir un duelo que mi cerebro decidió no vivir? Decirle adiós a la única persona que estuvo a mi lado sin importarle nada más que la maravilla tan simple de mi mera existencia. Por supuesto, no es como que la lleve conmigo, no. Está ...

Entre pestañas y deseos: un rito cargado de amor

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  Desde que era pequeña, mi madre me enseñó que cuando a alguien se le caía una pestaña cerca de otra persona, era el momento propicio para pedir un deseo. Esto se hace de una forma bastante extraña, pues ella me decía que debía poner la pestaña en el dedo pulgar y luego presionaba su pulgar contra el mío. En ese momento, debíamos cerrar los ojos y decir en nuestra mente nuestro deseo proveniente de lo más profundo del corazón. Entonces, al abrir los ojos, luego de confirmar que ambos deseos habían sido pedidos, era el momento de decidir a quién se le cumpliría. Esta parte dependía, básicamente, de qué tanto hubiésemos presionado nuestros dedos pulgares ya que, al separarlos, uno de ellos tendría la pestaña: el dedo ganador. Es así como la persona que ganara, debía colocarse la pestaña en el pecho, como guardándola ahí quizás por unas horas, quizás por un día entero… Ya después no se sabía lo que había pasado con ella. Años más tarde, en mi adultez, no perdí la costumbre de pedir u...