Carta al amor de mi vida: 22 años no son suficientes
Caracas, 8 de febrero de 2013
Amor mío:
Recuerdo
haberme preguntado: ¿qué es el amor?, imaginándolo como el humo… bailando sin
dueño, existiendo y muriendo, dejando su olor en el
aire aún habiéndose
extinguido en él; tan efímero y sin forma, tan imposible de agarrar a pesar de
sentir su roce entre las manos, apenas pudiendo ser reconocido cuando desde las
entrañas susurra que todo puede ser posible. En ese entonces no comprendía que
su concepto no tenía la menor relevancia: tú y yo nunca sabremos lo que es; aún
así, siempre supimos que nuestras almas de una u otra forma estarán unidas
hasta la eternidad… aún así, solo tú has sido capaz de llenarme más que
cualquier otra cosa en este mundo y de hacerme inmensamente feliz.
Alguna
vez pensé que veintidós años era demasiado tiempo, que la rutina aburriría en
algún momento o, simplemente, ya no habría más motivos para permanecer con la
misma persona cada día. Pero ahora lo siento tan poco, tan miserable, me
siento… insatisfecha. He aprendido tantas cosas de ti que estaré en una eterna
deuda contigo, especialmente porque aún sigo aprendiendo de todo lo que dejaste
grabado en mi cabeza e incluso, en mi piel. Intento practicar lo que me
enseñaste, sin embargo sabrás que el mundo cada vez está peor y en esta
situación es difícil respetar lo inhumano y buscarle el lado positivo a las
cosas, aunque igual lo intento y en ocasiones lo he logrado, permitiéndome
revivirte, sentir cómo te calas en mis huesos y todo lo que me rodea.
A
veces, muerdo suavemente mis labios al recordar tus besos, es un movimiento
involuntario, muy sutil. Entonces, el corazón comienza a latir fuertemente
mientras pareciera contraerse, contagiándome de una extraña nostalgia
momentánea. Aún así, hay otra sensación que viene a mí en ese momento a la cual
he decidido llamarle paz... pero sé que quizás debería utilizar otra palabra
para ello, puesto que las lágrimas que llegan a mí en ese momento son de
tristeza por encontrarme sin ti.
Siempre
me lo diste todo, me entregaste hasta tu último aliento, hasta la última gota
de tu sangre ya insuficiente para hacer latir tu corazón… y yo, yo solo pude llorarte
hasta que no fui capaz de movilizar mi hinchado rostro. En ocasiones me acuesto
por las noches sobre la terraza al ver el atardecer tan deslumbrante como
siempre, junto al sol abrazando los árboles con sus rayos, creándoles matices,
delineándolos con sombras; entonces aborrezco su indiferencia: ni por el dolor
más grande es capaz de dejar de ser tan hermoso, de inmutarse un momento… todo,
todo continúa igual como si a nadie le hicieras falta, tan igual como lo
dejaste, tan en mis manos y en las de nadie.
Entonces
llega a mí ese pensamiento, esa idea de si algo de esto tiene sentido ahora que
ya no estás a mi lado, cuando ya mi espalda no es poesía y todo rastro de tu
existencia se ha disuelto, como si nunca hubiese estado ha vuelto a su origen: La nada. Aún así vivo, estoy aferrándome
a lo bello de la vida con toda la fuerza que queda en mi alma desdichada, tal
como tú me enseñaste; pensándote siempre, viendo a cualquiera con tantas faltas
que no puedo evitar pensar que valías demasiado, incluso para mí que tuve la
suerte de tenerte. Realmente aún te siento conmigo, quizás sea por eso que
estoy escribiendo una carta como si fueses a leerla algún día. He llegado al
punto en donde la resignación me hace sentirte como los religiosos sienten a su
dios… en todas partes, sin poder verte, tocarte, pero sabiendo que de alguna
forma estás en mí.
Perpetuamente
me aferré a ti y, en mi egoísmo, no quiero aceptar que te fuiste para siempre. Es
que aún opacas todo lo demás, es que no puedo evitar extrañarte, maldecir al
universo, quererlo todo y odiarlo, sentirte conmigo, saberte inexistente,
desangrar ese amor que no tuve tiempo de entregarte, aquél que intenté
demostrarte cada día que pasé contigo sin haberlo conseguido por completo. Y
siento lástima por aquéllos que no se dan cuenta de lo que tienen o que no lo
aprovechan, porque yo ahora sé que veintidós míseros años nunca fueron ni serán
suficientes y agonizo, agonizo porque yo no quería quedarme sin ti primero, no
quería que ese punto de no retorno nos alcanzase todavía… pero en el orden
natural de las cosas, nadie ni nada es digno de poseer eternidad.
Constantemente
nos imagino de la mano caminando por los lugares que recorrimos lado a lado y
otros tantos nuevos que no conociste, que me ha tocado explorar sola. Siempre
me dijiste que los recuerdos no son más que falsedad, lamentablemente olvidarte
es tan imposible como no extrañar todo de ti.
Sí,
me la paso soñando los días, las horas, los segundos, todo… todo es un sueño
del que un día despertaré como tú, como cualquiera sin estar aquí,
encontrándote. Mientras tanto, continuaré escribiéndole al viento como si éste
pudiese responder, sonriendo porque era lo que más te fascinaba, llenándome con
tu presencia que nunca desaparecerá de mí; porque tú y yo nunca supimos qué era
el amor, pero sí tuvimos claro que iríamos de la mano para siempre,
entregándonos dulcemente a este sin sentido llamado vida, sin temerle al vacío
o a la obscuridad.
Siempre
amándote,
HM
Comentarios
Publicar un comentario